lunes, 11 de febrero de 2008

PROCESO DE LAS CRISIS PSIQUICAS

Conceptos Psicológicos del proceso

Erika Schuchardt desarrolló un modelo de las fases para las crisis psíquicas, diferenciado y válido empíricamente
[1]. En las fases se verifica una sucesión de tres estadios con, en total, 8 fases:

Estadio de acceso I: Dimensión cognitiva bajo control ajeno:
Se entra en acción con una vivencia crítica. La primera reacción que se da es la incertidumbre (1 fase), ¿qué es lo que pasa en concreto?. La segunda reacción es la certeza del suceso crítico (2 fase), se construye una defensa emocional: si, pero ¿esto no puede ser?.


Estadio de tránsito II: Dimensión Emocional Incontrolada:
Después de la certeza, viene la irrupción de agresiones (3 fase) “totalmente descontroladas”: contra amistades y familia, contra uno mismo, contra el destino. ¿Por qué precisamente yo?. En una cuarta fase, entran en acción deliberaciones contra los médicos, el destino, “con Dios y el mundo”. Se recorren caminos en búsqueda del milagro. ¿si... pero entonces tienes que?. La quinta fase es de profunda depresión en la que predominan sentimientos de sin sentido y tristeza. ¿Para qué, todo es un sin sentido?.

Meta Estadio III: Dimensión de acción autocontrolada:
La sexta fase se refiere a la “aceptación”, se reconoce por primera vez. ¿Qué se pude hacer con lo que todavía está aquí?. Después se pasa a la fase séptima: “actividad”, que desemboca en grupos de auto ayuda.¡Lo pude hacer¡ Finalmente se llega a la fase octava: “solidaridad”, el yo comienza a prescindir de sí mismo y será, capaz de asumir, en el nosotros en común, responsabilidades sociales. ¡Nosotros actuamos¡.

En este proceso de transformación de la crisis, la comunicación juega un papel sobresaliente, de modo, que se puede avanzar de una fase a otra y así alcanzar el estadio meta: “aceptación, actividad y solidaridad. El acompañante espiritual debe tener en cuenta este proceso para ayudar a las personas a superar sus crisis.

EL DUELO

En su texto de 1915 (Duelo y Melancolía) el psicoanalista Sigmund Freud introdujo el término de duelo para referirse a un afecto normal que se presenta en los seres humanos como "reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. ." En este sentido el duelo no solo se presentaría frente a la muerte de un ser querido, sino también en relación a situaciones que impliquen la evidencia para el sujeto de una falta, o de algo que ha de dejar atrás y que no volverá a recuperar, pero que deja siempre un recuerdo. De este modo la magnitud de un duelo es proporcional a la importancia emocional de lo perdido. El divorcio, la ruptura amorosa, el desempleo, un secuestro, una enfermedad, por supuesto la muerte, un robo y hasta una mudanza o trasteo son todas experiencias que nos sacuden en mayor o menor grado, que alteran nuestro mundo ordenado, confiable y predecible y que generan una respuesta que se llama duelo.

En este sentido nos dice la Ps. Isa Fonnegra
[2], que se habla de duelo para referirnos a la reacción que le sigue a una experiencia de pérdida. El duelo equivale entonces, en términos de tiempo, a lo que llamamos luto, o sea al período que le sigue a la pérdida; y en términos de reacción es la respuesta física, psicológica y espiritual que busca readaptarnos a un mundo diferente, cambiado, en donde ya no está aquello que se perdió.

El duelo duele. Y ese dolor hay que vivirlo. No se debe esquivar ni evitar. Tan solo decrecen en intensidad cuando se gasta, sintiéndolo. Tampoco convienen, entonces, las medidas o muletas para adormecerlo o embolatarlo como trastearnos de casa o de ciudad, ingerir sustancias que lo mitiguen (alcohol, drogas, antidepresivos, etc), tomar decisiones drásticas como casarnos o romper una relación amorosa, interrumpir los estudios, encargar otro bebé, trabajar sin descanso o huir de los recuerdos, etc.

Se ha comparado al duelo con una herida física, que en el mayor de los casos debe cicatrizar para dejar de doler aunque nunca se borre. También con un viaje del punto inicial del dolor al punto donde se consigue un reacomodamiento a la nueva situación, recorrido que el doliente elige cómo y cuándo quiere hacer.

También con un proceso de cambio en nuestra identidad, en nuestro ser, en nuestro mundo que exige un replanteamiento de lo que hasta antes se daba por sentado y una búsqueda creativa de nuevas (y a veces mejores) alternativas para estar en el mundo.

En todo caso, el duelo corresponde a un proceso psicológico que se presenta en una persona frente a una situación traumática, la cual implica una pérdida y a la vez genera pesar. Mediante el trabajo del duelo se busca que la persona acepte la pérdida, readaptándose a la nueva realidad de ausencia del objeto, condición esencial para la elaboración normal del duelo.


[1] Ibi, p 188-189
[2] Isa Fonnegra de Jaramillo, Sicóloga Clínica. Autora de “De Cara a la Muerte”

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