lunes, 25 de febrero de 2008

LOS MECANISMOS DE DEFENSA

El terapeuta Carlos Odriozola diferencia los siguientes mecanismos de defensa en el proceso de la elaboración del duelo.

1. La negación. En realidad es como si no hubiera pasado nada, sigue entre nosotros como antes, su habitación está igual que siempre. Seguimos poniendo los domingos su comida favorita. Hablamos con el a cualquier hora, con la misma fluidez que antes.


2. Racionalización. " Es ley de vida". "La muerte en realidad no es algo real". Tenemos que salir adelante como si no hubiese pasado nada. Es absurdo malgastar el tiempo en auto compadecerse. La vida continúa. Llorar no sirve para nada. No podemos quedarnos anclados en el pasado.

3. Transformación en contrario. Exageración hipomaniaca del acontecimiento vivenciándolo casi como una gran suerte. "Ya tenemos un mediador en el cielo. En el fondo es lo mejor que nos podía pasar. Como era una santa parece que desde entonces nuestra casa está santificada. Mi marido está feliz, se pasa todo el día llevándole flores y dice que desde entonces su vida tiene sentido.

miércoles, 20 de febrero de 2008

TIPOS DE DUELOS

El psicólogo Carlos Odriozola
[1] diferencia los siguientes tipos de duelo:

-Duelos evolutivos: infancia, pubertad, adolescencia, emancipación.
-Duelos afectivos: partos, destete, escolarización, enamoramientos, separaciones y divorcios.
-Duelos sociales: cambios status, desempleo, jubilación...
-Duelos sociales: envejecimiento, menopausia, enfermedades, abortos, muertes....

Carlos Odriozola presenta como meta de la elaboración del duelo la actitud del agradecimiento. El sentimiento de Agradecido recuerdo, es el único indicador de la sana elaboración del duelo. Esta elaboración del agradecimiento origina de forma instantánea un profundo sentimiento de paz y serenidad. La vivencia no deja lugar a dudas.

Toda persona que llega a esta actitud se siente realmente liberada del dolor que producen las pérdidas porque ha sido capaz de integrarlas como parte del ciclo de la vida.

Tipos de Pérdida

Entre los tipos de pérdida Carlos Odriozola hace la siguiente distinción
[2]:

A/ La pérdida esperada. Aquí podemos situar los fallecimientos de las personas que padeciendo algún tipo de enfermedad crónica o cíclica no alteran con su padecimiento de forma importante la vida cotidiana de los que le rodean.Es el caso de personas que han sufridos reiterados ataques al corazón, sin que ninguno de ellos haya dejado secuelas que hayan requerido cuidados especiales, pero que dejan a toda la familia alerta y en la creencia de que en cualquier momento ocurrirá el definitivo. El fallecimiento en este supuesto no va a traer grandes dificultades a la hora de elaborar el duelo. Los familiares o seres queridos han tenido ya tiempo para ir saneando cada uno a su forma la relación con el enfermo, por lo que no suele resultar culpógena. En el mismo caso de personas de edad avanzada que con sus sucesivos achaques nos van avisando, preparando de la inminencia de su fallecimiento.

B/ La perdida deseada. Esta situación es típica en familiares cercanos de enfermos fallecidos tras larga y penosa convalecencia. Procesos interminables de cáncer, enfermedades degenerativas, largas parálisis, procesos terminales de enfermedades inmunológicas, demencias, etc. terminan por crear tal estado de perturbación ambiental que en un silencio compartido descubren sus deseos de que todo termine ya, cuanto antes, porque la situación es insostenible. Una vez ocurra el fallecimiento en este supuesto, pueden presentarse los remordimientos, la culpa, apariciones del fallecido, escuchar su voz, sus gritos, haciendo muy angustiosa la vida del familiar superviviente.

C/ La perdida repentina. Fallecimientos inesperados, a destiempo que son vividos por sus allegados como una cruel manifestación de la vida y que van a traer como consecuencia una sensación de vacío, falta de despedida.
Es el caso de enfermedades galopantes (se ha ido en cinco días), ataques repentinos y fundamentalmente accidentes.. Una vez señalado lo anterior, es necesaria una reflexión sobre cuando una perdida o duelo deviene en patológica y hace recomendable nuestra intervención. Realmente si el proceso, la relación, el vínculo entre el fallecido y sus allegados era sano, fluido, respetuoso y comprensivo, el duelo con su doble manifestación de frustración y tristeza tendrá las mismas características de fluidez y desembocará en un agradecido recuerdo. Quiero señalar que esta idea de agradecido recuerdo es para mí el termómetro de una relación ( padres-parejas-terapeutas-pacientes) convirtiéndose por tanto en el objetivo ultimo en el trabajo psicológico del duelo.

Cualquier otro sentimiento que no sea este "agradecido recuerdo", como puede ser la indiferencia, rencor, culpa, rabia, alegría, depresión, vacío.. Evidencia un duelo atascado, no realizado. Y siempre, tras un duelo mal cerrado existe LA CULPA. Para liberar la culpa no es necesaria la presencia del fallecido. Así pues el objetivo a la hora de trabajar el duelo es la culpa. Pero podemos disfrazar la culpa con variadas actitudes, sentimientos o mecanismos de defensa.

[1] CARLOS ODRIOZOLA, psicólogo, formador de terapeutas. Estudio presentado para la AETG (Asociación española de Terapia Gestalt) en Mayo del 99.
[2] Ibíd..

sábado, 16 de febrero de 2008

FASES DEL DUELO



Verena Kast, terapeuta de la escuela de C.G Jung, ve en el “trabajo de duelo” una tarea elemental en el proceso de individuación humana
[1]. El hombre debe vivir este proceso de duelo ante las crisis para no quedarse anclado. Vemos, entonces, cómo el trabajo del duelo constituye una reacción psicológica normal frente a una situación traumática ocurrida a una persona. La mayoría de los sujetos afectados muestran una serie de síntomas característicos, y siguen para la elaboración del acontecimiento un conjunto de etapas. No obstante, en ocasiones se presentan dificultades que frenan el proceso, pero que pueden ser superadas con las indicaciones y el apoyo adecuados.En este proceso de elaboración de un duelo el acompañante espiritual juega un papel muy importante para ayudar a las personas a llegar a una verdadera sanación. Veamos el esquema de duelo basándonos fundamentalmente en Verona Kast y otros terapeutas:

1. La fase del no querer reconocer (Incredulidad):
Se niega la pérdida; la persona afectada se siente atónita de horror: “No puede ser verdad, todo es un mal sueño”. Se califica como “fase de shock”, la cual es casi siempre corta. Los allegados y el consejero espiritual deben ayudar dando esperanza.

2. La fase de las emociones que afloran:
Se da en la persona que lleva el duelo un caos de sentimientos: tristeza, rabia, alegría, ira, miedo, culpa y agitación, que se viven entremezclados. En esta fase se debe permitir a la persona en duelo, “abandonarse” a su dolor, pero también a la ira y al miedo. Surge también sentimientos de culpa. El consejero espiritual a través del acompañamiento y de la celebración de la fe ayuda a una extraordinaria función “terapéutica”.

3. La fase de la negociación:
La persona disminuye la agresividad ya que hay una aceptación parcial de la realidad irreversible. Esta transacción se realiza, para las personas creyentes, con Dios. Hay una pregunta esencial por el tiempo: ¿por qué ahora? Se trata de una fase en la que persiste algo de esperanza porque el objeto o la circunstancia perdida pueda ser recuperada. En todo caso estarían presentes de manera simultánea aspectos relacionados con la ausencia real del objeto, y la fantasía de que ésta es parcial y reversible.

4. La fase de la depresión
constituye el cuarto paso en el proceso de aceptación de la pérdida. La persona manifiesta en esta etapa una actitud de apatía y silencio en relación al mundo exterior debido a que se asume ahora la ausencia del objeto. Así, el sujeto comienza el doloroso y difícil trabajo psicológico para desapegarse de éste. De manera progresiva la persona deja de aferrarse a la imagen que tiene de la persona o situación perdida, retirando de ella la energía psíquica (libido) con la cual estaba revestida (proceso que lleva el nombre de decatectización). Eventualmente se dejan atrás también las expectativas y todas las representaciones mentales relacionadas con el objeto perdido.

5. Fase de la búsqueda, del encuentro y del separarse:
Lo que se ha perdido es buscado, conscientemente, en determinadas estancias. La persona afectada por la pérdida de un ser querido aprende cada vez más a vivir la unión con el fallecido como transformado. Sólo cuando se consigue aprovechar las oportunidades que se abren tras la muerte de un ser querido, se convierte entonces el proceso del duelo en un creativo proceso de crecimiento de la personalidad.

6. Fase de la nueva referencia propia y del mundo:

La última etapa es la de aceptación y paz: se evidencia que la energía mental retirada de los objetos se concentra en el yo del sujeto, de tal forma que la persona experimenta una estado temporal de narcisismo. La atención se centra entonces en el sí mismo, en detrimento del mundo exterior y de las demás personas. Se acepta ahora aquella situación de ausencia que no es posible cambiar, a partir de lo cual se vive una sensación simultánea de tristeza y serenidad. La pérdida está aceptada. Para el que ha perdido un ser querido, el difunto se ha convertido en una figura interna. Se está reconciliado con él y con la muerte.

[1] Isidoro Baumgartner, Psicología Pastoral, Introducción a la Praxis de la Pastoral Curativa, pp. 191, Desclée de Brawer.

lunes, 11 de febrero de 2008

PROCESO DE LAS CRISIS PSIQUICAS

Conceptos Psicológicos del proceso

Erika Schuchardt desarrolló un modelo de las fases para las crisis psíquicas, diferenciado y válido empíricamente
[1]. En las fases se verifica una sucesión de tres estadios con, en total, 8 fases:

Estadio de acceso I: Dimensión cognitiva bajo control ajeno:
Se entra en acción con una vivencia crítica. La primera reacción que se da es la incertidumbre (1 fase), ¿qué es lo que pasa en concreto?. La segunda reacción es la certeza del suceso crítico (2 fase), se construye una defensa emocional: si, pero ¿esto no puede ser?.


Estadio de tránsito II: Dimensión Emocional Incontrolada:
Después de la certeza, viene la irrupción de agresiones (3 fase) “totalmente descontroladas”: contra amistades y familia, contra uno mismo, contra el destino. ¿Por qué precisamente yo?. En una cuarta fase, entran en acción deliberaciones contra los médicos, el destino, “con Dios y el mundo”. Se recorren caminos en búsqueda del milagro. ¿si... pero entonces tienes que?. La quinta fase es de profunda depresión en la que predominan sentimientos de sin sentido y tristeza. ¿Para qué, todo es un sin sentido?.

Meta Estadio III: Dimensión de acción autocontrolada:
La sexta fase se refiere a la “aceptación”, se reconoce por primera vez. ¿Qué se pude hacer con lo que todavía está aquí?. Después se pasa a la fase séptima: “actividad”, que desemboca en grupos de auto ayuda.¡Lo pude hacer¡ Finalmente se llega a la fase octava: “solidaridad”, el yo comienza a prescindir de sí mismo y será, capaz de asumir, en el nosotros en común, responsabilidades sociales. ¡Nosotros actuamos¡.

En este proceso de transformación de la crisis, la comunicación juega un papel sobresaliente, de modo, que se puede avanzar de una fase a otra y así alcanzar el estadio meta: “aceptación, actividad y solidaridad. El acompañante espiritual debe tener en cuenta este proceso para ayudar a las personas a superar sus crisis.

EL DUELO

En su texto de 1915 (Duelo y Melancolía) el psicoanalista Sigmund Freud introdujo el término de duelo para referirse a un afecto normal que se presenta en los seres humanos como "reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un ideal, etc. ." En este sentido el duelo no solo se presentaría frente a la muerte de un ser querido, sino también en relación a situaciones que impliquen la evidencia para el sujeto de una falta, o de algo que ha de dejar atrás y que no volverá a recuperar, pero que deja siempre un recuerdo. De este modo la magnitud de un duelo es proporcional a la importancia emocional de lo perdido. El divorcio, la ruptura amorosa, el desempleo, un secuestro, una enfermedad, por supuesto la muerte, un robo y hasta una mudanza o trasteo son todas experiencias que nos sacuden en mayor o menor grado, que alteran nuestro mundo ordenado, confiable y predecible y que generan una respuesta que se llama duelo.

En este sentido nos dice la Ps. Isa Fonnegra
[2], que se habla de duelo para referirnos a la reacción que le sigue a una experiencia de pérdida. El duelo equivale entonces, en términos de tiempo, a lo que llamamos luto, o sea al período que le sigue a la pérdida; y en términos de reacción es la respuesta física, psicológica y espiritual que busca readaptarnos a un mundo diferente, cambiado, en donde ya no está aquello que se perdió.

El duelo duele. Y ese dolor hay que vivirlo. No se debe esquivar ni evitar. Tan solo decrecen en intensidad cuando se gasta, sintiéndolo. Tampoco convienen, entonces, las medidas o muletas para adormecerlo o embolatarlo como trastearnos de casa o de ciudad, ingerir sustancias que lo mitiguen (alcohol, drogas, antidepresivos, etc), tomar decisiones drásticas como casarnos o romper una relación amorosa, interrumpir los estudios, encargar otro bebé, trabajar sin descanso o huir de los recuerdos, etc.

Se ha comparado al duelo con una herida física, que en el mayor de los casos debe cicatrizar para dejar de doler aunque nunca se borre. También con un viaje del punto inicial del dolor al punto donde se consigue un reacomodamiento a la nueva situación, recorrido que el doliente elige cómo y cuándo quiere hacer.

También con un proceso de cambio en nuestra identidad, en nuestro ser, en nuestro mundo que exige un replanteamiento de lo que hasta antes se daba por sentado y una búsqueda creativa de nuevas (y a veces mejores) alternativas para estar en el mundo.

En todo caso, el duelo corresponde a un proceso psicológico que se presenta en una persona frente a una situación traumática, la cual implica una pérdida y a la vez genera pesar. Mediante el trabajo del duelo se busca que la persona acepte la pérdida, readaptándose a la nueva realidad de ausencia del objeto, condición esencial para la elaboración normal del duelo.


[1] Ibi, p 188-189
[2] Isa Fonnegra de Jaramillo, Sicóloga Clínica. Autora de “De Cara a la Muerte”

viernes, 8 de febrero de 2008

¿Qué es el duelo?

El duelo es la aflicción que siente la gente cuando sufre la pérdida de un ser querido. Existen muchos tipos de pérdidas y no todas se relacionan con la muerte. Una persona también puede hacer duelo tras la ruptura de una relación íntima o después de que uno de los padres se va del hogar.

El duelo es una reacción natural frente a la pérdida de alguien importante. El duelo también es el nombre del proceso de recuperacion que una persona atraviesa después de la muerte de un ser querido. El proceso de duelo lleva tiempo y el alivio suele aparecer en forma gradual.

Si bien todos experimentamos dolor cuando perdemos a una persona, el duelo afecta a las personas de distintas maneras. La manera en que te afecte depende, en parte, de tu situación y de tu relación con la persona que falleció.

Las circunstancias en las que muere una persona pueden influir en los sentimientos del duelo. Por ejemplo, si una persona estuvo enferma mucho tiempo o era muy vieja, es probable que esperaras su muerte. Aunque no necesariamente esto haga que sea más fácil aceptarlo (y el sentimiento de duelo estará presente de todos modos), algunas personas descubren que saber que alguien va a morir les da tiempo para prepararse. Y si un ser querido sufre mucho antes de morir, las personas pueden incluso tener una sensación de alivio cuando llega la muerte. Si la persona que falleció era muy joven, por el contrario, es posible que tengas una sensación de que es terriblemente injusto.

Pero perder a alguien repentinamente puede ser muy traumático, sin importar la edad de la persona. Tal vez alguien a quien conoces murió inesperadamente; como resultado de un acto de violencia o de un accidente de automóvil, por ejemplo. Puede llevar mucho tiempo superar una pérdida repentina, porque quizá sientas que el acontecimiento y los intensos sentimientos que lo acompañan te tomaron desprevenido.
Perder a alguien porque cometió un suicidio puede ser especialmente difícil de enfrentar. La gente que pierde amigos o familiares por un suicidio puede experimentar un profundo sentimiento de desesperación o tristeza, porque se siente incapaz de comprender qué pudo haberlo llevado a tomar una medida tan extrema. Incluso pueden sentir enojo contra esa persona: una emoción totalmente normal. O pueden sentirse culpables y preguntarse si podrían haber hecho algo para evitar el suicidio. En algunos casos, después de una pérdida traumática, una persona puede deprimirse y necesitar ayuda especial para aliviarse.


Si perdiste a un familiar cercano, como un padre, un hermano o una hermana, es posible que sientas que te robaron el tiempo que deseabas pasar con esa persona. También puede ser difícil expresar tu propia aflicción cuando los demás miembros de tu familia también están afligidos. Algunas personas pueden esconder su propia aflicción o evitar hablar de la persona que falleció, porque tienen miedo de entristecer a un padre o a otro miembro de la familia.

El duelo puede hacer que algunas personas se sientan culpables sin motivo alguno. Dependiendo de las circunstancias, algunas personas pueden preguntarse si algo que hicieron (o dejaron de hacer) causó la muerte de esa persona. Otros pueden pensar que si hubieran sido mejores personas, tal vez su ser querido no habría muerto. Estas cosas no son ciertas, por supuesto, pero a veces estos sentimientos y estas ideas son una manera de intentar darle sentido a algo que es difícil de comprender.

Todos estos sentimientos y reacciones son normales. Pero ¿qué puede hacer una persona para superarlos? ¿Cuánto dura el duelo? ¿Alguna vez todo volverá a la normalidad? ¿Y cómo vas a seguir adelante sin la persona que falleció?

Enfrentar el duelo

El proceso de duelo es muy personal e individual; cada persona lo atraviesa de manera diferente. Algunas personas buscan el apoyo de otras y encuentran alivio en los buenos recuerdos. Otras tratan de mantenerse ocupadas para alejar su mente de la pérdida. Algunas personas se deprimen y se alejan de sus amigos, o evitan los lugares o situaciones que les recuerdan a la persona fallecida. Así como la gente siente el duelo de muchas maneras diferentes, también lo maneja de manera diferente.

A algunas personas, las puede ayudar hablar con otros de su pérdida. Algunas lo hacen natural y fácilmente con amigos y familiares; otras hablan con un terapeuta profesional. Algunas personas pueden no sentir ganas de hablar mucho del tema, porque les cuesta encontrar palabras para expresar una emoción tan profunda y personal, o se preguntan si hablar les hará sentir más dolor. Esto está bien, siempre y cuando encuentres otras maneras de hacer frente a tu dolor.

Unas pocas personas canalizan su dolor involucrándose en actividades peligrosas y autodestructivas. Hacer cosas como beber, drogarse o cortarse el cuerpo para escapar de la realidad de una pérdida puede aplacar el dolor, pero la sensación es únicamente temporal. La persona no está realmente enfrentando el dolor; simplemente lo está enmascarando, lo que hace que esos sentimientos se acumulen en el interior, prolongando el duelo.

Si el dolor parece empeorar, si sientes deseos de lastimarte a ti mismo o tienes pensamientos suicidas, habla con alguien en quien confíes y dile cómo te sientes.

Qué esperar

Puede parecer imposible recuperarse después de perder a un ser querido. Pero la aflicción mejora gradualmente y se vuelve menos intensa con el tiempo. Tal vez, saber algunas de las cosas que puedes esperar durante el proceso de duelo pueda ayudarte a superar el dolor.
Los primeros días después de la muerte de una persona pueden ser intensos, la gente puede expresar emociones fuertes, tal vez llorar o consolarse mutuamente y reunirse para expresar su apoyo y sus condolencias a quienes se ven más afectados por la pérdida.


La familia y los amigos suelen participar en rituales que pueden ser parte de su religión, su cultura, su comunidad o de sus tradiciones familiares (como servicios religiosos, velorios o funerales). Estas actividades pueden ayudar a la gente a superar los primeros días posteriores a la muerte y a honrar a la persona que murió. La gente puede pasar algún tiempo reunida conversando y compartiendo recuerdos de la persona que falleció. Esto puede extenderse por días o semanas después de la pérdida, cuando los amigos y la familia traen alimentos, envían tarjetas o pasan a visitarte.

Muchas veces, la gente muestra sus emociones en este período. Pero, en ocasiones, una persona puede estar tan sorprendida o superada por la muerte que no demuestra las emociones en forma inmediata, aun cuando la pérdida sea muy terrible. Por ejemplo, los amigos de Joey creían que él iba a estar realmente triste en el funeral de su mamá, y los sorprendió verlo sonreír y hablar con la gente como si no hubiera pasado nada. Cuando le preguntaron a Joey, él dijo que ver a sus amigos en el funeral lo alegró porque le recordó que algunas cosas continuarían siendo iguales. Joey pudo llorar y hablar sobre sus sentimientos cuando estuvo solo con su papá después del funeral.

En algunos casos, cuando terminan los rituales asociados con el duelo, la gente puede sentir que deberían haber "superado" la pérdida porque todo parece haber vuelto a la normalidad. Cuando la gente que está de duelo regresa a sus actividades normales, puede resultarle difícil entregarse de lleno a las tareas de todos los días. Muchas personas vuelven a realizar sus tareas normales después de unos pocos días o de una semana. Pero si bien pueden no hablar tanto de su pérdida, el proceso de duelo continúa.

Es natural continuar teniendo sentimientos y preguntas durante un tiempo después de la muerte de una persona. También es natural comenzar a sentirse un poco mejor. Depende mucho de la manera en que la pérdida afecte tu vida. Está bien estar afligido durante días, semanas, o incluso más tiempo, dependiendo de cuán cercana era la persona fallecida.

No importa cómo elijas pasar tu duelo, no existe una manera correcta de hacerlo. El proceso de duelo es gradual y dura más en algunas personas que en otras. Puede haber momentos en los que pienses que nunca disfrutarás de la vida de la misma manera, pero ésta es una reacción natural después de una pérdida.

Fuente: http://www.kidshealth.org/teen/en_espanol/mente/someone_died_esp.html

martes, 29 de enero de 2008

CRISIS EN LAS TRAYECTORIAS VITALES
Y ELABORACIÓN DEL DUELO
Introducción

En este capítulo trataremos el tema de las crisis vitales a las cuales se enfrenta el ser humano a lo largo de la trayectoria de su existencia. Estas crisis son de tipo normativas y accidentales. A través de este estudio me propongo ofrecer un conocimiento básico de estas crisis por la cuales pasa toda persona y dar unas herramientas fundamentales para saberlas trabajar. Es muy importante que las personas que trabajan en el campo del acompañamiento psicoterapéutico y espiritual conozcan esta temática para estar mejor preparados para ayudar a las personas que acompañan a elaborar sus duelos.


I. ACCESO DIMENSIONAL HACIA “LA CRISIS DE VIDA”

Siguiendo al psicoterapeuta Baumgartner
[1] podemos decir que hablar de “crisis de vida” se refiere a todo lo que la vida convierte sin salida e insoportable: los fardos pesados, enfermedades, las heridas psíquicas, épocas de cambios críticos en la biografía, pérdida de seres queridos, desengaños profundos, cambio de dirección decisivo. No se puede olvidar que son personas concretas, las que sufren este tipo de crisis. Estas crisis por las cuales pasan todas las personas en la trayectoria de su vida la sicología pastoral las interpreta como situación del ser humano frente a Dios.

Baumgartner dice que se puede hablar de “crisis normativas” (que están estrechamente relacionadas con el desarrollo psíquico de la persona) y “crisis accidentales” (fuera de la capacidad de control, como las enfermedades, los accidentes, pérdida de allegados etc.)
[2]. Las crisis normativas hacen más referencia a la elaboración del duelo que veremos luego.


1. SUCESOS CRÍTICOS EN LA VIDA

Los sucesos críticos en la vida son aquellos sucesos que conllevan un profundo cambio en la situación de la vida de una persona. Los sucesos de vida crítica significan derrumbamiento, perturbación del mundo vital que se percibe subjetivamente. No dejan indiferentes a la persona afectada, sino que desafían su criterio tanto cognitivo como emocional.

Las personas que en la infancia han tenido experiencias traumáticas son vulnerables a la confrontación con sucesos críticos de vida. Se les llama: “Personalidad de riesgo”.

Según Peter L. Berger y Thomas Luckemann hay factores de condicionamiento socio – cultural que llevan a crisis de vida, tanto a personas individuales como a la sociedad. Se ha pasado de una sociedad preindustrial a una sociedad industrial, lo cual, ha llevado a una estrecha interrelación de la persona, la sociedad y la religión. El valor absoluto en la sociedad industrial es la producción, el dinero se pone en el puesto de un dios poderoso, donde lo importante es el tener. De ello resulta una pérdida de trascendencia o de Dios que se ve decisivamente agudizada en su esencia por cada experiencia de crisis.


2. HISTORIAL (PERSONAL) Y CRISIS DE VIDA NORMATIVA

La psicología del desarrollo intenta hacer observable el proceso de la vida con el modelo heurístico de las fases, estadios o niveles. Sin embargo, se pone en duda si estas fases abarcan toda la vida, o al menos la segunda mitad de la vida. De ahí el concepto de los estadios de la vida que propuso Erik H. Erikson
[3]. Él amplió la doctrina psicoanalítica de las fases de la infancia y la extendió a las fases de vida posterior. Para él, cada una de las fases del desarrollo no quedan cerradas y abandonadas, sino que cada una constituye un fundamento irrenunciables para otros. Para Erikson el historial psíquico individual no se lleva a cabo independientemente del contexto familiar y social. En cada estadio del desarrollo el individuo tiene que resolver el conflicto entre sus impulsos intrapsíquicos y las exigencias del mundo exterior hacia el orden.

Nos dice Baumgartner que todas las crisis normativas y toda la simbolización religiosa, trata en definitiva de tres anhelos originales que se plantean a partir de las fase epigenéticas que Erikson llamó:

Anhelo por un origen maternal
Anhelo por una vos paterna
Anhelo por un yo puro

El fin de la praxis de curación es, la superación de las crisis del ser humano. De ahí la importancia que el acompañante espiritual conozca estas etapas normativas de las crisis humanas, de modo, que él pueda iluminarlas desde la fe.


EJEMPLO DE UNA CRISIS NORMATIVA
CRISIS DE IDENTIDAD EN EL EJEMPLO DE LA INFANCIA Y DE LA PATERNIDAD


La intención de Erikson es presentar el historial personal con sus crisis como una estructura “epigenética” total. Es decir, que las crisis de las infancias, se divisan y perfilan también en las posteriores crisis del adulto. Por eso, el desarrollo infantil no ha de verse como el crecimiento o el cuidado de una planta aislada, sino que siempre exige cuidado familiar de los padres. Por esta razón la crisis de los niños están estrechamente unidas a la crisis de los padres.

Síntomas de Crisis Ejemplares

Erikson llega a la conclusión que las “alteraciones y peculiaridades del comportamiento” son síntomas que demuestran el amplio espectro del sufrimiento en y junto a la infancia. Por ejemplo el divorcio de los padres afecta gravemente la salud psíquica de los niños. En muchos de ellos provoca el temor de ser abandonados. También se produce en ellos un sentimiento de culpa, ya que muchos piensan que son la causa de la separación. Para evitar esto los esposos deben buscar siempre la unidad en el verdadero amor, ya que esto da seguridad a los hijos.
Según Alice Miller la crisis de los padres repercute en la educación de los hijos. Los padres que maltratan a los hijos sufrieron la misma realidad en su infancia. Por eso se necesita una terapia especial en las crisis de vida de los padres para que éstos no se descarguen en sus hijos. El niño necesita seguridad y amor para poder desarrollarse sanamente.
Otra de las crisis enfermizas de los hombres, reside en una mala educación religiosa. Las familias que abusan del nombre de Dios para la opresión y manejo de los niños destruyen las almas infantiles. Para evitar esto, los padres de familia deben hablar del amor de Dios, no beben presentar una imagen negativa de Él. Los padres deben trabajar en su historia infantil sobre la imagen de Dios que les han inculcado para llegar a la verdadera imagen de Dios.





[1] Isidoro Baumgartner, Psicología Pastoral, Introducción a la Praxis de la Pastoral Curativa, p. 149 Desclée de Brawer.
[2] Ibid 150.
[3] E. ERIKSON, Infancia y Sociedad, Ediciones Hormé S.A; Buenos Aires 1966
[4] Isidoro Baumgartner, Psicología Pastoral, Introducción a la Praxis de la Pastoral Curativa, pp. 161-175, Desclée de Brawer.